7. SIEMPRE ALICIA

               – No, no. No quiero ir contra mi mujer. No voy a declarar, de verdad. Sé que ustedes los abogados quieren ir más allá, pero mi caso es distinto. La quiero demasiado y prefiero pudrirme en la cárcel antes que hacerle esto.

            – Pero si nadie va a ir a la cárcel. Ya se lo he explicado. Los dos tienen lesiones y, en estos casos, con no declarar ninguno de los dos, asunto resuelto, lo normal es que archiven el caso, y aunque le condenen a prisión, si no pasa de dos años, no ingresaría.

            – No, en serio, abogado, no insista. No lo voy a hacer.

            El cliente que me designaron lo tenía muy claro cuando lo atendí en comisaría. Tendría unos sesenta y tantos años. Era un tema de violencia contra la mujer. La esposa de este señor llamó a la policía por una supuesta agresión por parte de su marido. El atestado policial exponía que, presentándose la patrulla en el domicilio de la dicente, se encuentran con la señora en estado de ansiedad y explica a la policía que su marido la ha agredido y que quiere matarla, observando los agentes que presenta hematomas y arañazos en los brazos y sangre en el labio. El hombre no contesta a las preguntas que le formulan. También él presenta arañazos en los brazos. Los agentes proceden a detener al señor sin oponer éste resistencia, y llevarse a la señora a un centro médico para realizarle el consiguiente parte médico.

            Yo le expliqué a mi cliente que sería mejor que le explorara un médico para que le hiciera un parte de lesiones, y así tendríamos más fuerza a la hora de negociar. Que si al día siguiente, en el juzgado, declaraba que las lesiones que él presentaba se las produjo ella, lo más probable en estos casos es que les absuelvan a los dos, siempre que no declaren el día del juicio oral y que no haya testigos, por supuesto. Mi cliente se negó, yo no entendía por qué.

            – Sólo le quiero pedir un favor, abogado: llame a mi hija y le explica lo ocurrido, que vaya con su madre y que esté con ella. Cosa extraña ha debido pasarle para que actúe así. Lleva una temporada rara. Por favor, se lo suplico. No quiero que esté sola en casa.

            Accedí a ello. Cuando salí de comisaría llamé al teléfono que me facilitó mi cliente y conversé con su hija. Quedé con ella al día siguiente en el juzgado al que iba a pasar disposición el detenido.

            Esa mañana, al llegar al juzgado, me encontré a la señora y su hija, con una letrada de oficio a la que habían designado para defender los intereses de la mujer. Me dirigí a ellas y me presenté. La compañera me saludó y nos apartamos a un lado para conversar.

            – Alicia – que así es como se llamaba la señora – me ha dicho que no se acuerda muy bien de lo que pasó. – Me comentó – Su hija está estupefacta, no comprende lo ocurrido, dice que el matrimonio siempre se ha llevado bien y que se querían mucho. Es una situación un tanto anómala que ha dado lugar a esta circunstancia.

            – Si, mi cliente también está extrañado de la actitud de su mujer. Dice que él no la ha tocado, que él solo se defendía de los golpes que le propinaba Alicia, y que decía cosas sin sentido, como si estuviera desequilibrada. – Contesté.

            – Ahora mismo está aturdida. Como si hubiera olvidado lo ocurrido. Sólo dice que su marido intentó matarla, pero sin sabernos decir más. Ya tenemos el informe del médico forense, que la ha visto hace un momento. Simplemente corrobora el parte médico del centro hospitalario donde la atendieron ayer. Dice que las lesiones se corresponden con lo que cuenta la señora.

            En esto que se acercó la hija y nos explicó:

            – Estoy anonadada. No entiendo qué pasó. Me extraña mucho que mi padre pegara a mi madre. Nunca se han levantado la mano, ni se han faltado al respeto. Era un matrimonio muy feliz, siempre atento el uno con el otro. Sobre todo mi padre: yo no he visto una persona que estuviera tan enamorada de su mujer, y mira que llevan años casados, por esto me extraña tanto…

            – ¿Qué le cuenta su madre de lo ocurrido? – le pregunté.

            – Que no se acuerda muy bien. Sólo recuerda que mi padre quería matarla, pero no nos da detalles, solo eso, es como una obsesión. Yo creo que algo le ocurre, no sé. No me creo que mi padre hiciera algo así. Siempre ha sido muy cariñoso con nosotras, no lo entiendo.

            – Bien, su padre me dice lo mismo, no entiende qué le pudo ocurrir a su madre. El caso es que le detuvieron y ahora se enfrenta a una pena de prisión por agresión. Él también tiene lesiones pero no quiere perjudicarla y se niega a declarar y a que le vea el médico. Veamos cómo suceden los acontecimientos. Mi labor es evitar que a su padre le condenen, y me ayudaría mucho que su madre no declare.

            – No está por la labor – intervino la otra letrada – Yo me debo a mi cliente y no voy a tener más remedio que pedir una orden de protección, porque es lo que quiere. Podemos hablar con el fiscal y la juez, y explicarles la situación, a ver si nos dan alguna solución.

            Convenimos en eso y nos acercamos a explicar a la juez y al fiscal lo que pasaba. Tuvimos la suerte de que nos tocara una juez muy accesible. Nos comentó que íbamos a pasa la vista de la orden de protección, y que depende cómo viera a la señora, dispondría lo que estimara conveniente.

            Y así lo hicimos. Pasamos primero las declaraciones: La señora insistió en lo mismo, en que su marido la quería matar, pero sin acordarse cómo, era como si su memoria se hubiera borrado, pero estaba obstinada en ello. Mi cliente se acogió a su derecho a no declarar, no quiso dar explicaciones por no perjudicar a su mujer, y así lo expresó.

            Antes de pasar la vista de la orden de protección, la juez nos llamó a los letrados y nos explicó:

            – Miren, letrados. Yo lo veo así. Esta mujer necesita que la vea un médico. No se acuerda de lo ocurrido, sólo dice que su marido la quería matar, sin dar más detalles. No sabe cómo le hizo las lesiones y se pierde mucho en la historia que cuenta. Les adelanto que no voy a decretar una orden de protección hasta que no haya un informe médico que estipule lo que le pasa a la señora, porque tengo mis sospechas. Sé que usted no tiene más remedio que pedir la orden – dijo dirigiéndose a la compañera -, pero ni el fiscal lo va a solicitar, ¿no es así?. – miró al fiscal y éste asintió. – Así que no se vayan que pasamos ahora mismo la vista de la orden.

            Efectivamente, pasamos la vista de la orden de protección, la compañera la solicitó y el fiscal y yo nos opusimos, decretando su señoría que no había lugar a la orden de protección en base a que no había indicios de delito, ya que la declaración de Alicia era incongruente, y no existía riesgo para la víctima. Posteriormente, el juicio rápido se transformó en diligencias previas ya que se pidieron más medios de prueba, que era el nuevo informe médico de la señora.

            A mi cliente le pusieron en libertad y la compañera letrada y yo, le aconsejamos a la hija que su madre viviera una temporada con ella hasta que el médico la valorara. Mi cliente firmó el auto de libertad y le expliqué lo ocurrido. Se entristeció al saber que su mujer no estaba bien, pero acató el consejo que les dimos. Nos despedimos y estuvimos en contacto. A veces, de vez en cuando, das con algún compañero poco colaborador y un poco gilipollas,  pero en este caso, la compañera era muy maja, muy cercana y comprensiva. No dudó en llamarme cuando ya estaba el informe médico:

            – Ya te lo he enviado al correo, compañero. Alicia tiene que ir ahora al forense a que la valore con este nuevo informe, y no pinta bien para la familia.

            Me despedí de ella y al segundo lo tenía en mi correo electrónico. Leí el informe neurológico y observé que no era nada esperanzador. La mujer tenía principio de Alzheimer, lo que sospechábamos. Esa misma tarde me llamó su hija para darme la noticia.

            – Me gustaría quedar con usted y con la otra abogada para hablar sobre el tema. Mi padre me lo ha pedido.

            Yo no tenía inconveniente, así que quedamos para el día siguiente en una cafetería del centro.

            Cuando llegué, ya estaba la compañera y la hija de Alicia. Pedí un café y me senté con ellas.

            – Mi padre me ha pedido que les agradezca lo que han hecho por él y por mi madre.

            – Si no hemos hecho nada, sólo nuestro trabajo.- comentó la compañera.

            – Ya, pero mi padre ha insistido en ello. Otros abogados no se hubieran involucrado tanto como ustedes, por lo menos le han escuchado y han hecho lo posible para ayudarles.

            – ¿Cómo está su padre?¿Cuál es la situación?- pregunté.

            – Está hecho polvo. El enterarse de la enfermedad de mi madre, se ha sumido en una profunda tristeza, pero lo afrontará con valentía. La quiere mucho. Ahora comprendemos muchas cosas. De un tiempo a esta parte, mi madre empezó a tener manías, se le olvidaban las cosas, pero no le dimos importancia. Verán, mis padres no lo han tenido fácil. Mi padre no ha sido nunca bien visto por la familia de mi madre. Ella venía de una familia adinerada y él era un simple albañil que tuvo la mala o buena suerte de enamorarse de ella. Mi madre lo eligió a él, fue un amor a primera vista, y la familia de mi madre no quiso saber nada de ella, la repudiaron, ya ves tú, en aquella época…, pero mi madre le adoraba y lo perdió todo por irse con él. En fin, se casaron y tuvieron dos hijos: mi hermano y yo. Creo que mi madre se enamoró de él porque siempre la sacaba una sonrisa, la hacía reír, y pienso que eso es muy importante. Mi padre es un cielo, siempre está de buen humor y eso es contagioso. Ha sido un buen padre y un buen marido. La desgracia acaeció hará ya quince años. A mi hermano le diagnosticaron cáncer de páncreas, y murió a los pocos meses, con veinte años. Mi madre cayó en una profunda depresión, pero mi padre siempre estuvo a su lado, aguantó carros y carretas. Le partía el corazón verla así, pero juntos lo superaron y mi padre seguía con su buen humor, a pesar de todo. Yo soy lo que soy gracias a ellos, sobre todo por mi padre. Por eso me extrañaba tanto lo ocurrido aquel día, no lo podía creer. Ahora sabemos que alguna de las manifestaciones del Alzheimer, además de la falta de memoria y las manías, son las alucinaciones. Mi madre creía que mi padre la quería matar y se defendió de él, pegándole y arañándole, y él simplemente se defendió como pudo, intentando no causarle daño a ella. Mi madre empezó a tirarse de los pelos y a arañarse los brazos, como una loca. Mi padre, el pobre, intentaba sujetarla para que no se hiciera daño, y en un descuido, ella llamó a la policía, y ya conocen el resto.

            Calló un momento, y le pregunté entonces quién iba a hacerse cargo de su madre.

            – Pues mi padre, en la medida de lo posible. Él quiere hacerlo, y yo le ayudaré en lo que pueda. No quiere meterla en una residencia, quiere cuidarla hasta el final, dice que es su obligación, que se casó con ella con esa condición, en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida, y sé que lo hará con determinación y alegría. No he visto una pareja que se quiera tanto, ni un hombre tan bueno como mi padre. Sé que hará lo posible por hacerla feliz, aunque le pegue, le insulte, o le humille, él sabe que no es ella, que es la enfermedad, y pasará todo esto por alto y la querrá hasta que muera. Siempre ha dicho que quiere pagar todo lo que ella ha hecho por él, cuidando su sonrisa, como dice la canción, y les aseguro que no podría estar en mejores manos que en las de mi padre.

            La semana siguiente recibí una notificación archivando la causa. Llamé a mi cliente y se lo comuniqué. Le pregunté por la situación y él me contestó:

            – Cuando estás tan enamorado, cualquier situación es buena. Lo hago con todo el amor del mundo y solo puedo dar las gracias a mi mujer por habérmelo dado todo sin condición. Ahora me toca a mí devolvérselo de la única forma que sé.

            – ¿Cómo?

            – Levantándome todos los días como si fuera el primer día en que la conocí.

            “Dedicado con cariño para mis tíos”.

 

 

 

 

“Siempre Alice”: Película distribuida por Sony Pictures Classics.

 



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