6. TRAFFIC

            El aeropuerto de la capital es uno de los mayores focos de tráfico de droga, es una de las puertas principales a Europa desde América, y los narcos se inventan todas las artimañas posibles para introducirla: desde los pañales de bebé, escayolas falsas, pelucas, hasta lo más peligroso, los “boleros” o “mulas”, que ocultan bolas de coca en el estómago, con el consiguiente peligro para su vida. Lo habitual es que la droga venga escondida en dobles fondos de maletas o bolsas de viaje.

            Una tarde me llamaron de la guardia de imputados para asistir a una mujer en el aeropuerto, por un posible delito contra la salud pública (tráfico de drogas). Me presenté en la comisaría del mismo, me identifiqué y me pidieron que esperara un momento. A los cinco minutos se presentó ante mí un agente vestido de paisano, y muy amablemente me invitó a entrar a la sala de interrogatorios. Nos sentamos y me explicó:

            – Le agradezco que venga con tanta premura. Así podemos trasladarla hoy mismo a Moratalaz para que pase mañana a disposición judicial.

            Los detenidos en Madrid capital, independientemente de la comisaría que lleve el asunto, una vez han declarado, les trasladan al centro de detenidos de Moratalaz para pasar la noche hasta que pasan a disposición del juzgado al día siguiente o cuando el juez disponga (pudiendo prorrogarlo más de setenta y dos horas si lo tiene por conveniente, pero no es lo habitual).

            – Le explico. – continuó – Esta mujer vino en un vuelo caliente de Colombia. Usted sabrá que escogemos aleatoriamente a diferentes personas para examinar sus equipajes. Y dio la casualidad de que le encontramos en su maleta tres paquetes con un kilo de coca cada uno. Ella dice que no es suyo, que la engañaron y le hicieron pensar que era otra cosa, pero bueno, ya se lo explicará ella. No tenemos constancia de que haya sido detenida alguna otra vez. Puede que diga la verdad, o por el contrario, es la primera vez que lo hace o que la pillamos. Ya lo decidirá el juez. Aquí tiene el atestado para que le eche un vistazo y cuando me diga, pasamos la declaración. Creemos que ha sido utilizada por los narcos. Es algo muy repetido últimamente, y si la señora colabora con nosotros, no creo que haya problema.

            Le di las gracias y me quedé ojeando el atestado policial. Era una mujer española, de sesenta y siete años. Efectivamente no tenía antecedentes policiales y no había sido detenida nunca. A ver qué me decía ella al respecto, pero todo daba a entender, según el documento policial, que decía la verdad. Pedí entrevistarme con ella primero. Entró una mujer muy bien puesta, se le notaba cierto aire altivo, bien vestida y bien peinada, pero con cara de susto y muy nerviosa. No era una pobrecilla de las que he atendido muchas veces en estos casos. Le invité a sentarse, me presenté y le pedí que me explicara. Ella muy angustiada comenzó:

            – Mire, abogado. Yo conocí a una pareja, un matrimonio, vecinos míos, con los que entablé una fuerte amistad. Son colombianos, y la verdad es que eran muy amables. Fíjese lo amigos que llegamos a ser que muchas veces comíamos juntos, en mi casa o en la suya, y acabaron siendo como de mi familia. Mi marido murió hace mucho tiempo y me quedé sola, sin hijos ni familiares vivos, y ellos me ayudaron a paliar mi atormentada soledad.

            – ¿Cuánto tiempo hace que les conoce? – pregunté.

            – Pues hará unos dos años, cuando vinieron a vivir a mi portal. Bien, pues como hace un mes, ellos me invitaron a ir a su país. Me dijeron que tenían una casa en la playa, en Cartagena de Indias. No lo dudé. Tenía la oportunidad de viajar a un país que no conocía y me apetecía mucho ir con los que consideraba mis amigos. Y así lo organizamos, ni por un momento dudé de ellos. Llegamos allí y pasé unos días maravillosos. Ellos se iban a quedar una temporada, pero yo tenía que volver. Me pidieron que trajera unos paquetes para un familiar que vivía aquí también, en Madrid, que eran unas especias especiales del lugar para preparar sus platos típicos. ¡Y mire la que me han liado!!Me han engañado los muy miserables! – la mujer empezó a llorar desconsoladamente.

            – Bueno, no se preocupe. Según lo veo, la han utilizado unos traficantes profesionales para traer droga. Es más habitual de lo que parece. Engañan a personas mayores, no se ofenda, porque pasan más desapercibidos y son más fáciles de manipular, esa es la realidad. La policía lo sabe y si colabora con ellos no creo que tenga problema. Está claro que ha sido manipulada por una red de narcotráfico. Eso sí, esta noche la pasará en calabozos hasta que pase mañana a disposición judicial.

             La mujer suspiró y accedió a colaborar. La declaración allí en comisaría fue larga porque la señora explicó todo, respondiendo a todas las preguntas que le hacía el agente, y dando todo tipo de detalles. Una vez terminamos, me despedí de ella hasta el día siguiente, nos veríamos en el juzgado. Me quedé hablando con el policía y me explicó que harían un buen informe, porque tenían claro que la señora había sido víctima de unos desalmados, y así se lo harían saber al juez.

            Al día siguiente, la pobre mujer no sabía cómo darme las gracias cuando le notificaron el auto de libertad. El juez entendió que, efectivamente, había indicios de que la señora había sido víctima de una red de narcotraficantes por lo que, indiciariamente, ella no tenía ninguna responsabilidad del hecho, y no tenía ninguna vinculación con ninguna organización criminal. Al cabo de unos veinte días me notificaron el auto de archivo provisional y sobreseimiento de la causa con respecto a mi cliente, pero quedaría pendiente de las investigaciones policiales respecto de la supuesta organización criminal, por lo que la llamarían para declarar como testigo. Le trasladé la buena noticia a mi patrocinada y la escuché por teléfono dando saltos de alegría. A los dos días, Matilde, mi secretaria, me entregó un paquetito que habían enviado a través de una empresa de paquetería.

            – Ten, un regalito – me dijo Matilde con sorna.

            – Gracias, qué mala es la envidia. – le repliqué con retintín.

            Era un Waterman que escribía de vicio.

            – Qué bien, lo utilizaré para las firmas importantes. – Matilde sonrió por mi comentario. – Es de una señora muy agradecida.

            Pasó el tiempo, y después de muchas guardias, en una me llamaron para atender a otra persona también en el aeropuerto, por falsedad documental. Había intentado entrar en España con pasaporte falso. Una vez le hube atendido, me disponía a marcharme cuando el agente me advirtió que había otra persona para encargarse de su defensa, que había llamado al Colegio de Abogados, a la guardia, y le habían dicho que fuera yo el que la atendiera.

            – Ahora la traemos para que se entreviste con ella. – Me dijo el policía.

            Cuando entró a la sala, esperaba a cualquier persona menos a ella.

            – Pero, ¿otra vez?. – le dije sorprendido a la mujer que me regaló ese estupendo bolígrafo.

            La buena señora no sabía dónde meterse. Me reconoció al instante y le subieron los colores. No dijo nada. Se sentó a mi lado con la cabeza gacha y se limitó a mover la pierna nerviosamente. La cogieron con otros tres kilos de coca en el doble fondo de la maleta.

            – Mire, no soy quien para juzgarla, usted sabrá lo que hace. Pero le advierto que la detención se ha producido aquí, en España, pero si la descubren en Colombia, las cárceles no son iguales que aquí, lo sabe ¿no?. Sabe a lo que se arriesga, ¿verdad?.

            La mujer levantó la cabeza, me miró avergonzada y me dijo en voz baja:

            – Lo sé, pero no tengo más remedio. – y guardó silencio.

            En este caso le aconsejé que no declarara allí en comisaría, que lo hiciera ante el juez, y es lo que hizo. Me despedí hasta el día siguiente con mal sabor de boca. Esta señora nos había engañado a la policía, al juez y a mí. Pero al final caen si tientan tanto a la suerte.

            Al día siguiente me personé en el juzgado, pero la oficial me comentó que se había presentado otro letrado para defender a la señora.

            – ¿Cómo? Me podían haber llamado antes y no hubiera venido.

            – Lo siento, pero hace apenas diez minutos que ese otro letrado se ha presentado. Tiene que estar por aquí.

            Me dio su nombre y pregunté por él en el pasillo. Un hombre entrado en años, parecía jubilado, muy elegante, se levantó del banco donde estaba sentado y se dirigió a mí.

            – Buenos días, soy yo. Disculpe que le haya hecho venir hasta aquí, pero la policía me llamó esta mañana a primera hora en nombre de mi cliente para que viniera a defenderla, y no me supo decir quién era el letrado que la atendió anoche, y en el Colegio de Abogados tampoco me lo pudieron decir, así que lo siento – al hombre se le veía apurado.

            – No se preocupe, nos damos tantos paseos en balde, que otro más no importa. –Respondí – Luego me pide usted la venia por fax y asunto resuelto.

            – Sí, no se preocupe. ¿Le importa que vayamos fuera a tomar un café y hablamos? Yo le invito, por supuesto.

            Yo accedí porque ya tenía la mañana hecha, y tomar un café con un compañero nunca está de más.

            Una vez sentados en la cafetería, comenzó a explicarme:

            – Verá, yo era amigo y abogado del marido de esta señora. Era un empresario bastante importante de aquí de Madrid, perteneciente a la aristocracia, moviéndose en las altas esferas, imagínese. Yo les llevaba también temas familiares, se puede decir que era el abogado de la familia. Pero todo empezó a ir mal, la crisis hizo mella y mi amigo murió de un paro cardíaco, quizá por todos los problemas que tenía. Sin hijos que pudieran llevar el negocio familiar, que ya de por sí iba mal, se malvendió, pero aún así a la viuda le dejó bastantes bienes y liquidez para vivir holgadamente, pero comenzó a vivir por encima de sus posibilidades, hasta llegar al punto de que debía dinero a todo el mundo.

            – Disculpe – le interrumpí – ¿no me está contando demasiado? No quiero que tenga problemas con su cliente.

            – No se preocupe. Tengo su beneplácito. Ella me ha pedido que se lo contara. Se siente mal por haberle engañado. Aunque no lo crea es una buena persona, se lo puedo asegurar. – Y continuó:

            – Yo quise ayudarla, yo podía administrarle sus bienes, pero no me hizo caso. Estaba en un mundo irreal donde todo era despilfarro. Cuando vivía su marido y todo iba bien, podía hacerlo, pero en las nuevas circunstancias no podía llevar la vida que llevaba antes, pero no lo quiso ver. Hipotecó incluso su casa y el banco estuvo a punto de embargarla. Y, por casualidad, comenzó a tratar con gente extraña que le propuso hacer “trabajos” con los que ganaría mucho dinero, ya sabe. No era la primera vez que hacía estos “viajes” cuando usted la atendió, pero sí la primera que la descubrieron. No obstante continuó con los viajes peligrosos, introduciéndose en un agujero de donde no podía salir. Está amenazada por los narcos, y no crea que va a “cantar”. Estas organizaciones extienden sus brazos por todos los sitios y es difícil salir de sus tentáculos, qué le voy a contar que no sepa. En fin, veo difícil ayudarla esta vez, pero haremos lo que podamos.

            Me despedí del compañero y le deseé suerte, pero sabíamos que no se iba a librar de la prisión por una temporada. Hay personas que tienen un  status, y cuando vienen a peor fortuna, no se adaptan y quieren seguir ahí a toda costa. Es como una droga que no pueden o no quieren dejar. Las organizaciones criminales lo saben, y se aprovechan de esta gente, utilizándoles como meras mulas de carga. Muchos acaban en cárceles de otros países donde las condiciones son pésimas e infrahumanas. Pero la desesperación empuja a realizar actos que en otras condiciones no se nos pasarían por la imaginación. Quiénes somos nosotros para decir lo que está bien o mal, quiénes somos nosotros para juzgar a los demás. Tendríamos que ponernos en su lugar para comprenderles, aunque la mayoría de las veces no lo hacemos. No supe más de ella, pero el Waterman me lo quedé, por las molestias.

“Traffic”: Película distribuida por USA Films.

 

 



5 comentarios

  • Montse

    Os quiero felicitar por vuestra web super chula, moderna , dinámica, actual y lo mejor los temas que tenéis en el blog son muy actuales e interesantes.
    Los relatos de Anselmo me tienen enganchada, me encanta su forma de escribir y la forma que tiene de contar los casos, ya que a la vez que te entretienen aprendes mucho con ellos, ya que te acercan el lenguaje jurídico para que los que no entendemos de derecho lo podamos entender…… y que sepáis que os recomiendo a todo el mundo…. No lo puedo evitar ya me he convertido en una fiel seguidora vuestra.
    ¡¡¡¡Enhorabuena !!!

  • Pilar

    El otro día mi marido le dijo esto a mi hijo de 26 años.:”Tu libertad esta condicionada en muchas ocasiones por tu cuenta corriente”. Creo que tiene razón, cuando la gente no sabe vivir con lo que tiene, ocurren estas cosas, y lo primero que pierdes es tu libertad.

    • Gracias. Es verdad, a veces somos esclavos de nuestros vicios y nuestras circunstancias sin saberlo. Ya somo bastante esclavos como para echarnos más cosas en la mochila. Lo importante es saber vivir con lo que uno tiene. Repito, gracias por tus comentarios. Ah, y tu marido tiene más razón que un santo.

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