49. La red (I)

«La mejor manera de mantener a los niños en casa es construir una atmósfera agradable en el hogar». Dorothy Parker, periodista y escritora estadounidense (1893-1967).

«Lo que en la juventud se aprende, toda la vida dura». Francisco de Quevedo.

«No hay jóvenes malos, sino jóvenes mal orientados». San Juan Bosco.

 

La normalidad regía el trayecto de su vida, la típica edad adolescente en la que se cometen locuras de críos que se creen mayores, en fin, qué os voy a contar a los padres con hijos en esas edades. Iba al instituto, estaba en 1º de Bachillerato, buen estudiante, buen chaval. No se podía imaginar que las consecuencias iban a ser tan trágicas, era algo que tardaría en superar. Ya no podría ir a clase con la cabeza alta, ya no miraría a sus compañeros con los mismos ojos, ya no tendría ese delgado hilo de confianza que todavía mantenía con su frágil profesorado que evitó ayudarle, ya no sería el mismo. La vergüenza y la culpa que ya sentía subieron al primer escalafón de su vida.

Le llegó la designación a mi compañera, Belén, para defender a un menor, Berto Alcaide. Aparecía el número de expediente de fiscalía y el número del equipo fiscal que lo seguía. En los procedimientos que se dirigen contra los menores, la fiscalía de menores es la que parte el bacalao: se encargan de la instrucción, del archivo o no de la causa, o de llegar a algún tipo de acuerdo. Quería quitarse del turno de menores, la traía de cabeza, pero, por desidia o porque en el fondo no quería dejarlo, lo procrastinó en el tiempo. Decía, «si total, me llegan dos designaciones al año…»; pero ésta le iba a marcar mucho, no por la gravedad de los hechos, ya estaba acostumbrada, ni porque fuera un chico violento o conflictivo, que no lo era, sino por lo que tuvieron que ver sus ojos, Belén no estaba preparada para lo que le venía encima, ni nadie, ni los policías más avezados en este tipo de delitos están capacitados para observar ciertas cosas que pueden llegar a herir sensibilidades si no eres fuerte de mente y de espíritu.

Llamó al teléfono que aparecía en la designación, al lado de un nombre que Belén suponía era del padre del chico, Eusebio González, pero no se apellidaban igual. Se puso una voz potente, triste, apática. Mi compañera se presentó y el semblante de aquella voz tornó desesperada, implorante, sumisa, reafirmando ser su padre y poniendo a Belén en antecedentes:

—Llegó la policía a casa, con una orden de registro. Se llevaron el ordenador de mi hijo y confiscaron su teléfono móvil. Nos dijeron que se trataba de un caso de pornografía infantil a través de internet y que tenían que llevárselo, que la orden venía de la fiscalía de menores, y que venía de no sé qué juzgado que investigaba a nivel internacional. No sé, Berto se limita a llorar y pedir perdón, y, por lo poco que me cuenta, recibía archivos de alguien que desconoce con imágenes y películas de chicas menores de edad manteniendo relaciones sexuales. Tengo la impresión de que me oculta más cosas, pero no conviene acribillarle a preguntas, le aseguro que es peor.

Mi compañera quedó en que volverían a hablar una vez que se hubiera instruido en la causa, cosa que hizo al día siguiente. Observó que se había decretado el secreto del expediente por ser un procedimiento de menores, ya que en el procedimiento principal se decretó el secreto de sumario, por lo que no tendría acceso a parte del expediente.

—No se preocupe, —le comentó el funcionario escuchimizado que estaba encargado de la causa —dentro de un par de días levantarán el secreto de sumario en el procedimiento principal y tendrá acceso a todo el expediente, pero ya puede prepararse, no va a ser agradable. Las imágenes que se han recopilado incluso han hecho vomitar a la policía, le pongo sobre aviso.

El cuerpo grácil de Belén fue atravesado por un frío inesperado. Nunca había tenido un caso como éste y se imaginaba qué clase de videos y fotos estaban obligados sus ojos a presenciar. Paciencia. Intentaría observarlo de la manera más fría posible, formaba parte de una profesión que le apasionaba, pero a veces debía pasar por tragos amargos que eran inevitables para poder defender con todas las garantías a sus clientes. Éste no lo podría olvidar.

Belén salió del juzgado de menores con la copia que le facilitaron de una parte del extenso expediente. Lo estudiaría detenidamente y llamaría a sus clientes. Cuando terminó en el despacho y llegó a casa, tarde, Facundo le tenía la cena preparada. Sabía que su mujer llegaría a unas horas tardías, así que quiso darle una sorpresa elaborando su plato estrella, pastel de salmón y ensalada de rúcula con su ingrediente secreto. Belén se lo agradeció, tomaron vino con la suculenta pitanza, y una vez hubieron terminado se duchó y se acostaron, disponiéndose a examinar el expediente en la cama, Belén puso en antecedentes a su marido, que había insistido en ayudarla.

La unidad central de ciberdelincuencia de la Policía Nacional había hecho un trabajo excelente. La investigación que realizaron era impecable. Estaban coordinados con la Interpol, se trataba de una red internacional de pederastas con muchos implicados y detenidos en muchas partes del mundo: España, Francia, Reino Unido, Polonia, Italia, incluso en Chile, Bolivia, Brasil y Argentina. Su modus operandi era a través de wasap principalmente. Se enviaban archivos encriptados por la aplicación y luego se los bajaban en una carpeta donde los guardaban y los reenviaban a otros pederastas. Según leyeron, los videos y las imágenes eran bastante duras. En el caso que le ocupaba a Belén, Berto tenía guardados algunos de estos archivos en el ordenador. Se lo enviaban al wasap y este se los reenviaba a su correo electrónico, y una vez en casa, estos archivos los guardaba en una carpeta oculta, ya sabía cómo hacerlo, pero la policía, que no es tonta, lo descubrió enseguida. Esta unidad policial es muy eficiente, siguieron ese rastro en las comunicaciones de la red y dieron con Berto entre otros.

— ¿Qué pasa, Facun? —preguntó Belén al verle tan nervioso.

—No, nada. Deberías saberlo. Todavía tengo en la memoria lo que nos pasó cuando éramos adolescentes.

—Si, claro, recuerdo perfectamente lo que me contaste, y entiendo que no puedas ayudarme, pero yo no tengo más remedio que llevar este caso.

—No te preocupes, yo te ayudo, pero, sabes que más pronto que tarde vas a tener que ver esas imágenes ¿no?

Belén resopló angustiada, comprendiendo que era inevitable el examinar lo que no quería ver, pero la vida del abogado a veces tiene esos momentos severos, y, aunque ya sabía lo que le esperaba, nunca se está preparada para bajar al infierno. Terminaron de repasar el expediente, sin nada nuevo. Durmió a duras penas, la cama se le tornó incómoda, le parecía el peor sitio para descansar. Se levantó, se dirigió al salón y se puso a ver la televisión tumbada en el sofá. A esas horas estaban echando Mentes criminales, lo que le faltaba, pero le sirvió para evadir su mente y se durmió. Al día siguiente Facundo la despertó con un beso que recibió con agrado. Desayunaron y marcharon cada uno a su trabajo.

Esa mañana llamó a Eusebio y quedaron para esa misma tarde. Padre e hijo llegaron puntuales. Todo lo que tenía Berto de alto lo tenía de tímido, quizá por la vergüenza que sentía al saber que mi compañera estaba al corriente de todo. El chico tenía el pelo largo, hasta los hombros, quizá para esconder la mancha que tenía en el cuello. Su padre, un hombre también grande, presentaba un pelo de muñeca muy marcado, señal de un reciente trasplante capilar que mi compañera no pudo evitar el enviar su mirada a esa cabeza a medio terminar, vestido con ropas más jóvenes de las que le correspondían y bronceado de lata. Matilde les hizo pasar al despacho de Belén y se sentaron frente a ella. No hubo nada nuevo, el chico se mantenía callado y su padre hablaba por él. A Belén le irritaba que Eusebio tuviera la voz cantante, intuía que si se quedaba a solas con Berto, podría sacarle algo más, cosa que le pidió al padre, pero este le contestó que era su hijo y que no se iría de su lado, le necesitaba, que a raíz de la muerte de su madre se volvieron inseparables. Hablaron sobre el procedimiento, los siguientes pasos a seguir y las posibilidades que tenía el chico de salir lo más airoso posible. Pero Belén no estaba a gusto, veía en Eusebio esa sobreprotección impuesta y falseada que le hizo sospechar. Berto no abrió la boca, se limitaba a asentir y a observar a su padre de reojo, cosa que no pasó desapercibida a mi querida compañera. Cuando se marcharon, Belén me trasladó sus dudas sobre la actitud de padre e hijo.

—Quizá Velasco pueda ayudarte —le contesté—. Sabes que tiene muchos contactos. No te preocupes, le llamo y que te diga algo. Por supuesto, cuenta conmigo cuando tengas que examinar las imágenes.

La semana siguiente se levantó el secreto de sumario. Le notificaron el auto de apertura y le conminaron a que acudiera al juzgado para recabar el resto del expediente. Belén se puso a temblar, era fuerte pero sabía lo que le esperaba. El enjuto oficial le facilitó todo lo que quedaba del procedimiento, sus ojos le decían que le acompañaban en el sentimiento. Había dos DVDs Verbatim que cogió como si fueran ratones muertos. Una vez en el despacho se dispuso a examinar el resto del expediente que le habían facilitado. A parte de las imágenes, que observaríamos juntos, descubrió que había muchos más investigados de los que se hubiera imaginado, más de cincuenta supuestos pederastas detenidos a nivel nacional, más otros cuantos en el extranjero, la mayoría con numerosos antecedentes penales, y casi todos pertenecientes al M.A.P., que no supo lo que era, en el expediente no lo ponía, y en internet aparecía que eran las siglas de Médico de Atención Primaria o el Museo Aragonés de Paleontología. También descubrió que un porcentaje bastante elevado de los investigados eran menores, esto le sorprendió.

Llegué del juicio que tenía esa mañana y me encontré con Belén apesadumbrada, sabía lo que nos esperaba. Yo asentí sin decir apenas nada y nos acomodamos en la mesa de su despacho. Nos dispusimos a examinar el expediente y los DVDs. Si fuera mi caso, tampoco tendría duda en pedirle ayuda, este trago es mejor no pasarlo a solas.

— ¿Sabes lo que significan estas siglas? —me preguntó.

—No, pero me imagino que es algo chungo, ¿qué te parece si llamo a Velasco y le pregunto? A lo mejor nos da algo más de luz, él entiende de estas cosas.

Le llamé y me lo cogió a la primera. Puse el manos libres y estuvimos hablando sobre el procedimiento. Él ya había hecho sus averiguaciones. Entonces nos explicó:

—Es una investigación a nivel internacional, y según me han contado, todavía está abierta. Es una lacra que no tiene visos de que termine. Cada poco tiempo sale a la luz algún tipo de organización de este tipo, son unos hijos de puta, unos enfermos que deberían estar muertos. Perdonad, pero es que me enervo con estas cosas.

Velasco paró un segundo, y continuó:

—No os extrañe que haya tantos menores, ellos son consumidores habituales de este tipo de pornografía. Daos cuenta que ellos buscan sus iguales, es decir, imágenes y videos de chicas de su misma edad manteniendo relaciones sexuales, para ellos las mayores de veinte años son viejas, por decirlo de alguna manera, y empiezan a meterse en estos berenjenales sin saber que están cometiendo un delito muy grave.

—No lo había visto de esa manera— contestó Belén. —Oye, ¿sabes lo que significa M.A.P.?

—Tu cliente tiene dieciséis años, ¿verdad? —le preguntó Velasco.

—Sí, y creo que me oculta algo, él y su padre, ¿por qué?

—Movimiento Activista Pedófilo, eso significa. Es una organización pedófila que aboga por sus derechos a mantener relaciones sexuales con niños, ¿cómo te has quedado?

La red: película producida y distribuida por Columbia Picture



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